Portos Mariñeiros (Combarro)

En Rías Atlánticas no solo nos preocupamos por llevar hasta vuestras casas el mejor pescado y marisco de las rías gallegas sino que nos gusta compartir con vosotros todo aquello que tiene que ver con eso que tanto nos apasiona: el mar. Siguiendo con la sección de Portos Mariñeiros, hoy abandonamos las Rías Altas para acercamos hasta Combarro, una parroquia del municipio de Poio, en la provincia de Pontevedra. Hasta principios del siglo XX constituía un municipio independiente y hoy esta hermosa localidad marinera está declarada bien de interés cultural como Conjunto Histórico y como Sitio Histórico. Sus hórreos y casas marineras son algo digno de ver.

Aproximadamente a unos seis kilómetros de la ciudad de Pontevedra, en dirección a O Grove, aparece el pueblo de Combarro, uno de los enclaves más pintorescos y originales de toda la región de las Rías Baixas. Todos aquellos que han oído hablar de este lugar lo relacionan inmediatamente con una de las construcciones más tradicionales de Galicia: el hórreo. Sin embargo, Combarro es mucho más que un conjunto de hórreos.

Construido directamente sobre el granito y al lado del mar, su conjunto histórico representa todo un hallazgo para el visitante que busque la esencia de la arquitectura popular gallega. Se encuentra escondido al borde de la Ría de Pontevedra, y es precisamente esa ubicación privilegiada la que ha permitido que llegue hasta el siglo XXI manteniendo intactos una estructura urbanística y un estilo arquitectónico más propios del siglo XVIII o XIX.

Además de los horreos y los cruceiros a nosotros nos gustan mucho sus casas marineras. Se trata del tipo de vivienda más característica del pueblo: Casas pegadas, la planta baja dedicada a almacén de aperos de pesca y agrícolas, existiendo en la mayoría de los casos un lagar para la elaboración del vino para el consumo de la familia, una costumbre que llega hasta nuestros días.En la planta alta se situaba la cocina al fondo y una sala o sobrado en la parte delantera. Los dormitorios eran de dimensiones mínimas, contando tan sólo con una cama y quizá un baúl.

En las fachadas destaca el balcón. Cuando era de piedra era un signo indicativo de que la familia propietaria gozaba de una buena situación económica. Los marineros, por regla general, tenían que conformarse con la madera o el hierro forjado, y solían pintarlos de colores muy vivos, ya que aprovechaban la pintura que les sobraba de sus barcas. El balcón apoyado sobre columnas da lugar a los típicos soportales, que en Combarro, a diferencia de otras villas, no permite una circulación fluida de las personas, sino que surgen como simple elemento de sustentación. 

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